Hace unos años yo era como la
chica de la primera foto… No estaba loca por Jared Leto pero sí por Mark Vanderloo.
Era la época en que el súper modelo salía con la súper modelo de moda, la
Cañadas, la guapa española con cara agatunada, eran los guapos oficiales que acaparaban
todos los flashes, aunque los míos todavía no. Yo aún estaba en el cole así que
lo único que acaparaba Mark Valderloo en mí era mi carpeta forrada con sus
fotos y mis paredes con sus pósters. Debo decir por eso que mi colonia de
cabecera casualmente es la que ellos anunciaban (eso sí única y exclusivamente
por casualidad y porque huele que enamora).
Por suerte (y a veces por
desgracia) en mi trabajo me cruzo con centenares de gente conocida, famosilla, famosa,
o archifamosa. Por eso, el que me cruce con Messi, con el Rey o con el Papa
tampoco hace que la misma tarde llame a mis amigos para contarles que acabo de
tener anti mí a Scarlett Johansson o Shakira… al fin y al cabo son gente como
tú y como yo. Pero con Mark… con Mark es diferente.
Ocurrió en el último certamen del
080 Barcelona Fashion, yo debía cubrir el front row (o primera fila) del
desfile de Mango, que era la súper firma de la edición. Así que me dispuse a
cotillear quienes eran los invitados (más que nada para saber un poco de
antemano a quien tenía que fotografiar). En todos los front row se ponen unos
cartelitos en los asientos para que los asistentes VIP sepan dónde colocarse
por temas de protocolo (no vaya a ser que Belén Esteban se siente junto a Elena
Rakosnik). ¡Cuál fue mi sorpresa, mi GRAN grata sorpresa cuando vi el cartel de
Mark Vanderloo (y acompañante) en uno de los asientos! Lo primero que pensé fue
“¿Ah, pero éste no está jubilado?”. Contando que el tío tiene ya 47 primaveras
y que a los 30 ya los destierran… ¡Pues no! ¡No está jubilado y por lo que he
leído encima aún continúan trabajando como modelo (ole por ellos que después de
los 30 todavía pueden trabajar de eso)! El caso es que fue de las pocas veces
en mi vida, y sé que parece muy superficial y absurdo porque no hablamos de
ningún premio nobel ni nadie que haya hecho una gran hazaña, pero que por
primera vez tenía una GRAN expectación y nerviosismo.
Pero imaginaos, el tío al que
llevabas en tu carpeta enganchado con celo iba a estar ahí delante de ti, tan
normal, como si nada, y seguramente le dirías “Mark, please can I take you a photo?”
y él te sonreiría como buen profesional y le darías al click y encima posaría
una vez más. Y entonces llegó, y la primera sensación fue: “Pues está un poco
cascao…” los años pesan, es cierto. Pero el hecho de tener a alguien que te
había molado (entre comillas) cuando eras una teenager de 15 años, a alguien
que veías tan lejano e inalcanzable ahora enfrente tuyo… no tenía precio, fue
una sensación extraña, de subidón y tierna a la vez.
Estoy segura de que si hoy día me
topase con alguien al que admiro o al que encuentro híper atractivo pero habiéndose
creado ese sentimiento ya en la madurez, no tendría esa misma sensación,
porque de algún modo u otro como decía antes vería que al fin y al cabo es como
tú y como yo… pero el ver a alguien que en el pasado tenía idolatrado… es como
si ese áurea no acabase de desaparecer nunca aunque tú hayas crecido y pienses
hoy día que “son personas normales”.
La foto de Mark (para los amigos)
es de la fiesta posterior al desfile. Me topé con él y no pude reprimirme el
pedirle otra vez que posara para mí. Minutos después un compañero intentó convencerme
para que lo buscase otra vez y me hiciese una foto junto a él (por lo de los
viejos tiempos) pero eso es ya otra historia.