16 ene 2012

CARME TACÓN

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Yo, que siempre llevo bambas (tenis, zapatillas o calzado deportivo); Yo, que siempre ando por los suelos (más bien me acabo arrastrando por ellos); Yo, que siempre visto tejanos (porque en el fondo disimulan más las manchas que deja el asfalto); Yo, que siempre llevo moño (no como el de las yayas me gustaría pensar pero a veces me pregunto por qué me dejo el pelo largo); Yo, que siempre voy con calzado cerrado (por miedo a pisotones y pérdida de zapato);  Yo, que siempre estoy llena de morados (son los gajes del oficio de no mirar a tu alrededor y solo a través de la mirilla); Yo, que siempre llevo muñecas y manos limpias de anillos y joyas (y las que me compro se quedan en el olvido); Yo, que siempre dejo el bolso bonito en casa (porque con la mochila ya tengo más que suficiente); Yo, que en resumen cuando trabajo siempre voy plana de calzado, el ver a una mujer ya sea política (como en este caso), abogada, profesora o dependienta subida a unos tacones me causa admiración.
En el fondo es lo que a mí me gustaría poder hacer, ir bien vestida en lugar de ir tan cómoda (eufemismo de “ir tirada”). El hecho de que se pasen horas de aquí para allá, de pie, de un acto a otro, de un tipo de asfalto a otro, por mucho que digan, aquellas que aseguran: “no, si estos tacones son súper cómodos” mienten. ¡Venga ya! Eso no se lo cree nadie, o tal vez sí: los hombres, que no los llevan. Tacón y comodidad nunca han ido de la mano. Otra cosa es que no quieran decir: “mira, es que voy incómoda pero me da igual porque voy divina”. Eso me parecería mejor porque serían honestas. Pero hay casos en los que por desgracia hay que llevarlos casi por obligación así que ¡bravo Chacón, ole tu tacón!

1 comentario:

  1. Y además de taconzo, punta estrecha... menudo ojo pollo le va a salir!

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