18 jul 2012

DE CHANCLETAS Y COLORES



A pesar de éste post hace unos meses, y aunque prácticamente dice toda la verdad, hay una cosita que a veces no se cumple del todo... Es cierto, yo siempre (considerando "siempre" como más del 85% de las veces) voy en bambas... pero este porcentaje no se cumple en verano.

En verano todo cambia, las horas de luz, el humor (el saber que más allá de las 19h. puedes quedar con alguien al menos a mí me pone de buen humor), la playa, los colores en la ropa (que todavía no entiendo por qué no llevamos tonos pastel y flúor en invierno)... Y lógicamente todo ello relacionado con el calor, muchas veces agobiante.

Por esta razón en verano acabo incumpliendo aquella norma y me acaban seduciedno las sandalias. Esas malditas sandalias culpables (por no asumir mi propia culpa) de que mi rodilla haya parecido un semáforo en plena actividad durante una semana. Hace ya unos días fui a cubrir una comida-coloquio del tipo de la foto de encima, estaba esperando a que Joan M. Nin acabase su charla así que mientras, enviaba algunas fotos para avanzar trabajo. Normalmente cuando quedan pocos minutos para que todo finalice, los fotógrafos nos mantenemos al acecho a pocos metros para pillar al conferenciante levantarse y captar con quien habla o a quien se dirige ya de un modo más distendido... Pero yo en aquel momento estaba tan concentrada en el envío de las fotos que cuando escuché la ovación a mi alrededor no tuve más remedio que decidir hacer un pequeño sprint hacia la mesa principal.

Resultó que el binomio sandalias-sprint no es el ideal, cosa que rápidamente aprendí en cuanto un cable se enredó entre la parte delantera de mi pie y mi sandalia... el suelo desgraciadamente hizo el resto. Mi rodilla paró el golpe de todo el cuerpo y una silla desalojada hizo lo mismo con mi cámara. Mientras escuchaba varios "¿¿te has hecho daño??" mi máxima preocupación era la salud de mi cámara. La articulación de mi pierna reclamaba atención pero mi cerebro sólo repetía: "por favor que funcione, por favor que funcione". Todavía en el suelo y con el hueso dolorido empecé a toquetear la cámara "¡que no te haya pasado nada!", como si hablando internamente con ella pudiese solucionar algo... pero yo insistía: "¡por favor, por favor!, ¿enfoca?, ¿funciona?, ¡parece que sí!, ¡¡ufff...qué susto!!" y con mis ahogados "ay" sumergidos por la vergüenza continué a la carrera: "¡Señor Nin, espere...!"

Ah, por cierto, continúo llevando chancletas... pero es que hace tanto calor...

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